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miércoles, 9 de diciembre de 2015

LA BRUJA Y EL DEMONIO

                                                 Despojado de los males de mi cuerpo.

Grandes pasteles, vino y comida, armonía se respiraba entre los invitados y familiares de Mike Williams. Se acaba de llevar a cabo una ceremonia primordial en la vida de un ser humano en especial en la de un creyente; el bautizo de Mike, el bebé tenía alrededor de siete meses, había vuelto la dulzura que siempre acaecía de nacido, ahora con el sacramento colocado estaba de nuevo protegido, aunque eso no le garantizaría seguridad total.

Al otro lado del mundo en el bosque de Ardenas, también se saboreaba el olor de una misteriosa comida, un banquete especial que había realizado Adelfa para su desamparado invitado. Alimentos putrefactos se servían en una mesa destartalada, toda esa comida era solo para Odem. Aquel demonio no emitía asco alguno, aquella comida en estado de descomposición le pasaba por la boca como un alimento delicioso lleno de carbohidratos, para él, no había gusto alguno en sus papilas gustativas, no diferenciaba entre lo repugnante y lo bueno. Todo lo ingerido le proporcionaba sustento. Su cuerpo pedía a gritos alimentos, no tenía las  energías para sostenerse por sí solo así. Adelfa cuidaba de él como una mascota, alimentándolo con sustentos misteriosa llenos de posiciones.

Luego de haberle propinado cena a su estomago subió a su recamara: el cobertizo, una habitación tenebrosa la única disponible donde había una cama decente, no existía mas objetos en la pieza, estaba rodeado de paredes blancas y un piso gris que tenia separaciones viéndose el otro suelo de abajo, la puerta era una cortina larga negra, hacia frio pero no se hallaban ventanas. Se acerco a la cama tomando una manta corta y fina, una tela que apenas cubría su torso, apoyo su cabeza en sus brazos como almohada, le incomodaba acostarse en ese camastro, ya que los resortes lastimaban su espalda afectando sus cicatrices. Le desagradaba los insectos pero eran su única compañía, solía comerse algunos cuando el hambre el afectaba hasta los huesos.

Odem se quedo allí acostado mirando el techado reposando allí en silencio, no pensaba en nada, su mente estaba en blanco. Sin esperárselo, sus sentidos atacaron agudizándose más de lo concurrido, comenzando a escuchar a las arañas como hacían su tejido, como secretaban su telaraña, el caminar de los insectos, el crujido de la madera y del viento escaso, cerró los ojos para sentir profundamente esa potestad que hace tiempo no poseía. Pronto su mente lo llevo a ver afuera de la casa, viendo Adelfa en el patio cerca de las calabazas brincando de un lado a otro con la varita en mano, lanzando hechizos inofensivos al aire que tenían el aspecto de una brillantina de colores esparcidas con algodón, de un momento a otro inesperadamente volteo con brusquedad y apunto con su varita al techo de la casa dando exactamente en el cobertizo, Odem se lanzo al suelo abriendo los ojos viendo como el fuego consumía la madera, cayendo pedazos de tablas a su alrededor, tocio por el humo empezándose arrastrar por el suelo, oyendo que Adelfa lo llamaba desde abajo.

-¡Haber demonio de dos patas, te quiero aquí en este instante! se acabaron los descansos, es hora del entrenamiento.

Bajo las escaleras con dificultad, abriendo la puerta principal con desesperación.
Adelfa apunto con su vara a las calabazas ordenando que se transformara en una gran bestia, empezándose a mover las raíces de aquellas legumbres, que comenzaron a formar una enorme criatura, espantosa y extraña, con garras, cuerpo de raíces, con cabeza de calabaza que mostraba una sonrisa ancha con ojos de triángulo, mientras por dentro se abatía una pulpa negra, la criatura parecía poseer vida propia, se veía lenta pero fuerte. Adelfa emocionada por su creación le ordeno atacar a Odem.

La calabaza se arrastro con furia hacia su enemigo, atacándolo con raíces innumerables de su torso que eran como brazos, sacudiéndose como un remolino sobre Odem, estaba cerca de destruir la casa, rompiendo un par de ventanas, Odem se escabullo entre la tierra, gateando entre las raíces del monstruo que lo buscaba, logrando escapar corriendo rápidamente, volteo mirando hacia la calabaza que lo buscaba entre los  alrededores de la casa. Adelfa observó. Odem  con desagrado gritándole a la bestia donde estaba su adversario.
-Monstruo mío voltea, se dirige a los arboles al interior del bosque. ¡No te salvaras Odem, demuéstrame el demonio que eres!

La criatura caminaba con lentitud hacia Odem, Adelfa noto que le faltaba poder; proporcionándole más fuerza y energía, volviéndola más temible, gritando como un jabalí enfurecido, las raíces tomaron un brillo más potente que un montón de luciérnagas, el fugitivo maldijo entre dientes corriendo esta vez con más rapidez, ahora la criatura estaba a punto de alcanzarlo, aruñando el suelo tratando de tomarlo, Odem dejo de distinguir a su “enemiga”, que curiosamente había desaparecido, pero que seguía al mando de la bestia.

El frio del bosque aumentaba cada vez más afectando todo su cuerpo, sentía una potencia que se adueñaba de sus movimientos, para volverlo frio como un iceberg afectando también su cabeza provocándole migraña, sentía que las neuronas le explotaban, su condición de casi un humano se desató, poseía un descontrol grave, siendo un demonio jamás hubiera adquirido tales males. La piel le ardía, corría contra el viento pero su ser no aguantó más, agonizando cayó al suelo. En lo más recóndito de los arbustos logró resguardarse. Se desmayó, mientras su contrincante caminaba en sigilo en su búsqueda enfocando la vista entre el monte tratando de localizarlo.

El atuendo de Odem estaba muy guarro, se había roto la franela con las ramas de los arboles, rasgando su abdomen haciéndolo sangrar; única en su especie de color vino tinto. Sus pies descalzos también se lastimaron, estaba totalmente embarrado.

Despertó mirando a su alrededor observando a la calabaza alejarse, trato de mover sus extremidades pero se encontraban tiesas. Sentía fatiga, un sentimiento con el que jamás se había topado, la situación se colocó confusa, tenía la sensación de tener un “alma”. Experimentaba la alucinación  de estar flotando en el aire, su espíritu malévolo deseaba abandonar ese cuerpo. Su subconsciente le susurraba:”Levántate, destrúyelo, como en los viejos tiempos, transmítele todo nuestro poder, desgarra sus ramas y raíces, quémalo hasta que solo queden sus cenizas, manifiéstale a Adelfa que no hemos perdido, no somos un humano, sigues siendo el mismo e incluso puede que hasta más poderoso…”

Sus ojos celestes estaban despavoridos y desorbitados, rápidamente recobro la cordura, enfocando su vista en el cielo, dibujándosele una sonrisa macabra. Se levanto en hurtadillas, observando al monstro quien se encontraba a una distancia lejana de él, decidió llamar la atención de la bestia, saltando y gritando, moviendo los brazos de un lado a otro, la criatura escucho el bullicio caminando a zancadas hacia él. Odem abandonó el frio que envolvía su cuerpo, echándose a correr sobre la criatura. Una vez frente a frente se abalanzo sobre la calabaza como un mono apresándose de sus ramas del abdomen, con furia trataba de arrancarse a Odem del cuerpo pero lo que conseguía era extraer sus raíces.

Odem se sentía poderoso, parecía una garrapata en el torso de su enemigo, desgarrando todo a su paso. Su piel ya no era pálida ni tampoco de color, ahora se le veían las arterias y los huesos, los ojos se le iluminaron completamente en blancos, sus manos se tornaron negras como el carbón, donde en las puntas de los dedos comenzaron a emanar unas pequeñas llamas que pronto comenzaron a crecer quemando dolorosamente al monstruo de Adelfa.

Estaba repleto de llamas, cayéndose a  pedazos de su cuerpo al suelo, Odem saltó a la tierra en una caída perfecta, contempló con orgullo como se desasía la magia  y la fruta caía inerte. El fuego cesó, caminando entre las cenizas tomando la cabeza como recompensa (estaba totalmente negra) de ella colgaban pocos ramales secos como un esqueleto, se saco la camisa y la revolcó en las cenizas luego paso a sus dedos en las heridas donde tenía sangre llenándose los dedos para escribir en la franela “Adelfa” colocándosela a lo que quedaba de la criatura.

Adelfa lo esperaba sentada en un tronco frente a la fogata, lo vio llegar viendo que cargaba en su espalda a la calabaza, estaba callada asimilando que eso era lo único que había quedado.

-Aquí tienes, no fue mucho trabajo, para la próxima que sea más temible-Dijo Odem lanzando lo que llevaba consigo al fuego.


-Es solo el principio… - Mi nombre resalta con tu sangre.

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